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Franciscan Faces
Fray Gerardo Vargas:
Esto es lo que quiero, y lo que yo busco

Por David Aquije
Fotografías de Octavio Durán, OFM, y cortesía de fray Gerardo

El padre Gerardo Vargas Cruz desempeña dos roles importantes. Por un lado, se desempeña como profesor en la prestigiosa Universidad Central de Bayamón, una reconocida institución académica dominicana. Por otro lado, cumple las funciones de vicario episcopal para el clero de la Arquidiócesis de San Juan en Puerto Rico. En la imagen conmemorativa de su ordenación sacerdotal, el padre Gerardo comparte su alegría junto a su hermana Elizabeth Vargas Cruz y su hermano Félix A. Vargas Cruz.

El padre Gerardo recuerda momentos de la infancia que lo llevaron a una vocación religiosa. En un tono cálido y conversacional, pinta imágenes vívidas de sus días más jóvenes: las vistas, los sonidos y las experiencias que moldearon su llamado espiritual.

Fray Gerardo Vargas, OFM, recuerda un sábado por la tarde de su niñez. Tenía unos siete años e iba manejando su bicicleta por su barrio en su natal Lajas, un pequeño municipio al suroeste de Puerto Rico, una zona costera con una hermosa reserva natural donde él creció feliz.

 Al ver a una señora sentada con otros niños al frente de la capilla Santa Rosa de Lima, perteneciente a la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, detuvo su bicicleta.

“Entra para que te tomes un refresco y te comas un sándwich”, le dijo la señora.

“Y a mí si hay comida y me invitan, yo voy”, dice sonriendo el sacerdote franciscano de 49 años al describir el momento. “Al sábado siguiente me invitaron y me quedé en la catequesis”.

Con esa alegría borriqueña que lo caracteriza, fray Gerardo describe a través de las memorias de su niñez los momentos que lo llevaron a una vocación religiosa.

Cuando entró a la catequesis, su hermana tenía 16 y su hermano 18. Sus dos hermanos mayores nacieron en Elizabeth, New Jersey, pero cuando Gerardo nació en 1976, sus padres ya habían regresado a vivir en la Isla del Encanto.

“Mis papás ya fallecieron. Mi papá, Félix Antonio Vargas Mercado, en el 2013 y mi mamá, Rosa María Cruz Rodríguez, apenas hace un año. Vengo de una familia de clase media. Mi papá trabajaba para la empresa privada y mi mamá era empleada en comedores escolares”, dice fray Gerardo. “Crecí en un ambiente muy familiar, un barrio donde éramos muchos niños”.

Fray Gerardo describe a su familia como “muy normal”, incluso religiosamente. “Mi papá no era de ir todos los domingos a misa”.

Quien tuvo una fe muy fuerte fue su abuela, Felicita Mercado, dice, mientras describe una tradición puertorriqueña que se está perdiendo, la de los rezadores, personas que iban a los velorios de la comunidad a rezarle rosarios a los difuntos.

“Eso fue mi abuela paterna, una rezadora. Era una mujer muy pequeñita, cinco pies más o menos. Tal vez en una semana estaba en cuatro casas distintas, rezando rosarios por difuntos”, dice fray Gerardo.

Y así surgió esa tradición en la familia que también yo heredé por poco tiempo, mientras estaba en la universidad”. A fray Gerardo, de niño lo cuidaban en casa de su abuela mientras sus papás iban a trabajar.

“Recuerdo ver a mi abuela levantarse temprano, abrir su libro de oraciones. No recitaba dos oraciones, no, duraba una hora rezando y luego a comenzar su trabajo. Creo que eso de alguna forma fue influenciando en mi vida”, dice. Recuerda también la primera vez que dijo que quería ser sacerdote. “Estaba en mi casa con mis papás.

Había familia, amistades y estaban hablando precisamente de cuando uno fuera grande y de quién se va a casar y quién no se va a casar. Yo dije, yo voy a ser padre, pero no de niños, sino de la Iglesia. Y me fui corriendo y me escondí detrás de unos zafacones”, dice el sacerdote. “Fui monaguillo mucho más tarde. Íbamos a la iglesia, pero no todos los días. Así que no sé por qué surgió eso”. Durante la época de la catequesis, fray Gerardo recuerda ir a una librería, San Germán, con su mamá, a quien le gustaba escuchar música religiosa.

“Compré un librito, La Imitación de Cristo, que no lo leí. Y había un folletito que se llamaba Quiero ser Sacerdote. Y ese sí recuerdo que lo leí. Y me gustaba mucho leer Vidas de Santos, me parecía interesante. Tal vez eso fue marcando algo en mi interior”.

Una vez acompañó a su mamá a misa. Ella llevaba un misal traducido con el que el niño Gerardo siguió el ritual de la misa. “Yo con un lápiz iba marcando lo que decía [el sacerdote]. 

Y en el momento de la consagración yo dibujé unas manos encima de la palabra; eso era para, cuando yo jugara a celebrar misa, saber qué era lo que yo tenía que hacer”.

Después de su primera comunión, Gerardo se integró a los grupos juveniles de la parroquia y continuó en ellos después de su confirmación. Siempre tuvo una inquietud vocacional, pero también era muy enamorado. Sus amistades solían preguntarle por qué quería ser fraile. Participar en la parroquia desarrolló en él una conciencia social: “Un grupo de jóvenes hacíamos de payasos en cumpleaños. No cobrábamos; lo que la gente nos daba lo dábamos a la parroquia o alguien que tenía una necesidad. Era como una especie de pastoral”. En los años 90, seminaristas de la Diócesis de Mayagüez visitaron su parroquia para promover las vocaciones. Gerardo tenía unos 14 cuando empezó a visitar el Seminario de Mayagüez. Tal vez, reflexiona fray Gerardo, se sentía atraído por los elementos litúrgicos: “El humo, el incienso, los cantos, todo ese elemento místico del altar. Yo veía los sacerdotes, serios, rectos, tal vez, yo quiero ser como ellos. No era que quería ser sacerdote por visitar los enfermos, por ser misionero. En esa época yo no sabía lo que era un misionero”.

El padre Gerardo comparte una fotografía familiar (página opuesta), con sus padres Rosa María Cruz Rodríguez y Félix Antonio Vargas Mercado, su hermano Félix A. Vargas Cruz y su hermana Elizabeth Vargas Cruz. En su ordenación sacerdotal, monseñor Ulises A. Casiano Vargas le impuso las manos, consagrándolo al ministerio. También se muestra al padre Gerardo durante la ordenación de fray Luis Manuel Rosado.

Lo supo en el Festival del Amor, una feria vocacional organizada por las Hermanas Dominicas de Fátima, donde Gerardo conoció a los frailes franciscanos. “Esa gente hace votos de pobreza y yo quiero tener mi carro, mi casa, quiero tener todo. Yo no quiero ser fraile”, pensó Gerardo. “Pero me impactó la forma de ellos, la naturalidad. Veo estos frailes con sandalias, un hábito, riéndose, tocando guitarra, hablando temas normales. Y dije una frase, ‘Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco’, que más adelante la encontré leyendo un librito de San Francisco. Cuando fue al primer encuentro vocacional con los franciscanos, a la orilla de la playa, Gerardo pensó: “Esto no puede ser normal.

Religiosos en la playa, jugando a baloncesto, cantando en la noche. Pero descubrí que eso era parte de lo que es mi vida. Yo soy una persona que me gusta compartir, hablar de todo, me gusta ser yo, con hábito o sin hábito, voy a hacer el mismo”.

Se unió a los franciscanos y desde entonces, dice, ya hace 28 años: “Y todos los días me digo: ¿Señor, realmente esto es lo que tú quieres para mí? Esa es mi vocación. No es que bajó una luz del cielo y me iluminó, o que nací desde niño con esto, no. 

Yo creo que ha sido un camino de preguntas y el Señor las ha ido respondiendo poco a poco”.

Fray Gerardo Antonio Vargas Cruz, OFM, nació el 02 de diciembre de 1976. Estudió en escuelas públicas y cuando ingresó a la orden franciscana, realizó su postulantado y noviciado en Santo Domingo. Profesó sus primeros votos el 19 de julio de 1997. Ese año regresó a Puerto Rico para su formación filosófica y teológica. Tiene una licenciatura en Trabajo Social. Realizó sus votos solemnes en el 2004 y en el 2006 fue ordenado diácono y sacerdote. 

Desde entonces, ha sido maestro de postulantes, párroco, vicario parroquial, vice y custodio del Caribe, promotor vocacional, maestro de profesos simples, ecónomo y guardián. Durante seis años vivió en una fraternidad de inserción, donde se fundó el Proyecto Niños de Nueva Esperanza que trabaja con familias y niños de comunidades vulnerables. Ha trabajado en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Actualmente es vicario episcopal de sacerdotes de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico, profesor en la Universidad Central de Bayamón y uno de los animadores de los frailes de la Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe en la misión de Puerto Rico.

Como fraile de la misión de Puerto Rico le preocupa la crisis vocacional. Desde que él se ordenó, hace 18 años, dice, no se ordena un hermano franciscano puertorriqueño. Como profesor universitario se preocupa por la formación ética y espiritual de los universitarios, desarrollando prácticas pastorales como asesor de la Escuela de Teología y Ministerio. Y como vicario episcopal de sacerdotes de la arquidiócesis, el bienestar de la vida espiritual de los casi 100 sacerdotes diocesanos de las 143 parroquias de la arquidiócesis. ¿Cómo administra todas esas responsabilidades?

“Yo me crié en unas parcelas (pequeñas porciones de tierra entregadas a familias para la vivienda). Le digo a la gente que soy, orgullosamente, un cura parcelero. Es mi origen y no puedo pretender ser algo distinto”, dice fray Gerardo. “Cuando siento que mis humos se me están subiendo, me quito los zapatos y camino descalzo, para que nunca se me olvide que yo vengo de un barrio y que mis padres eran trabajadores”. ¿Cuál es la mayor alegría que le da ser un hermano franciscano? “Cuando escucho a alguien que te da las gracias porque le has devuelto la esperanza”, dice. “Saber que siendo fraile he podido cambiar vidas, y he podido mostrar un rostro de la Iglesia más humana, más cercana”. Es lo que él quiere, lo que busca.

Los frailes franciscanos Gerardo Vargas, Luis Olmo Orench, Eddie Caro Morales y Luis Manuel Rosado (de izquierda a derecha) extienden una cordial invitación a sus hermanos a visitar la encantadora Isla del Encanto, Puerto Rico. En esta isla caribeña, los visitantes son recibidos con los brazos abiertos, pues es una oportunidad de compartir su innata calidez y reconocida hospitalidad.
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